La Ley de la Atracción es una de nuestras Leyes Universales más conocidas aunque, en la práctica, no nos damos cuenta de lo que realmente conlleva. En palabras simples, la Ley de la Atracción nos dice que atraemos aquello que está en nuestra misma frecuencia vibratoria. ¿Por qué? Porque somos vibración, todo es energía y por ende, esa energía que somos nos hace vibrar en una frecuencia vibratoria determinada. Siempre pongo el mismo ejemplo y realmente nada tengo en contra de la música Hardcore porque no la conozco. Imaginemos que ponemos la radio. Y, a mí, en una época determinada me gusta la música Hardcore. Por eso, me sabré de memoria en qué dial está ese tipo de música. Pensemos que, supuestamente es el 104, por ejemplo.
Como me gusta esa música determinada, es posible que también me guste pertenecer a esa tribu urbana, vista de una determinada manera, frecuente ciertos lugares y parte de mis amistades comulguen con mis principios. Podemos extrapolar esto a cualquier actividad que realicemos en el día a día (gimnasio, grupo de idiomas, colegio, universidad etc…).
Bien, hasta aquí todo correcto porque sería el resultado de la Ley de la Atracción. Como me gusta ese tipo de música, lo identifico con mi filosofía de vida y todo es acorde: lo que pienso, siento, emano y recibo. Como “vibro” en ese dial, todo lo que llega a mi vida está en sintonía.
Pero, ¿y qué ocurriría si en vez de seguir escuchando ese tipo de música, de repente y por “casualidad”, una persona me hace una encerrona y la acompaño a regañadientes a un concierto de música clásica y, para mi sorpresa, me empieza a gustar?
No sucedería nada pues es de sabios cambiar de opinión pero, sucedería todo. Es decir, si comenzaras a escuchar música clásica, incluso a comprarte discos, frecuentaras teatros, óperas y conciertos de la Filarmónica, en unos meses, días o semanas, con total seguridad que, aunque no dijeras nada a tus amigos y colegas, estos te notarían raro y empezarían a alejarse de ti. Pero, ¿se alejarían ellos o tú mismo? Sería la propia energía tuya que, al cambiar, variar de dial, -imaginemos que te vas al otro extremo-, ya no comulgaría con los de siempre aunque por un tiempo tampoco lo haría con tus nuevos colegas. Sería como cuando cambiamos de dial y a veces, hasta encontrar la frecuencia que buscamos, escuchas ciertos ruidos molestos.
Y eso es lo que nos sucede siempre en la vida, unas veces es algo muy obvio; otras queda escondido por las circunstancias.
Cuando pasa algo “malo” -según entendemos nosotros esa palabra-, bien sabemos que nunca viene solo, jamás: te echan del trabajo, te pegas un golpe, pierdes las llaves o tu novia te deja. Es decir, cuando entras en un bucle de negatividad, muchas cosas suceden a tu alrededor: atraes lo negativo, lo que vibra a baja frecuencia.
Tenemos dos frecuencias a destacar: la más baja vibración, el miedo, el temor y la más alta vibración: el amor. Si damos un paso hacia una u otra, automáticamente la rueda del engranaje de la vida comenzará a moverse y nos sorprenderá: todas las casualidades -que no son tales pues nada es casual- se pondrán en marcha. Nos pueden echar del trabajo pero, estando paseando aparece un amigo de la infancia y nos habla de una posible colaboración… hacemos un curso, algo hace clic en nuestro interior (el despertar) y de repente nos cambiamos de domicilio.
Así funciona la Ley de la Atracción en realidad, es cuestión de la energía que desprendemos.