Hay muchas interpretaciones de la enfermedad y la más cómoda es utilizar el victimismo para justificar lo que nos pasa: fulanito me ha contagiado su catarro, qué mala suerte, me he puesto enfermo el día del examen o no puedo hacer tal viaje con mi mujer porque me he tropezado y me he hecho un esguince… Miles de situaciones que pensamos que son casuales como una otitis, golpe, caída, malestar en una zona de nuestro organismo no son una casualidad. Son la respuesta de nuestra alma para decirnos: abre los ojos, ¿no te estás dando cuenta de que estás andando por el camino equivocado?
Desde un punto de vista energético (y que nadie se ofenda), las enfermedades son la respuesta de nuestro cuerpo para que prestemos atención a esa emoción no digerida, ese problema no resuelto.
Todos pensamos sin cesar y cada pensamiento lleva consigo una emoción vivida, un recuerdo, algo que hemos guardado y recordamos como el primer día aunque hayan pasado veinte años. La energía no conoce de tiempo y espacio, por lo tanto, cada vez que revivimos una vivencia dramática o dolorosa para nosotros, la estamos reviviendo como si fuera real, como si estuviera pasando y entonces, de nuevo, estamos generando un bloqueo energético en una parte determinada del cuerpo, en aquella que se relaciona directamente con esa emoción enquistada.
Cada chakra, órgano, articulación, parte del cuerpo significa algo diferente. No es lo mismo darse un golpe en el dedo gordo del pie derecho con la cama (que podría significar que llevas un cabreo monumental con tu pareja y no se lo has dicho, no lo has verbalizado) que hacerte una herida en el dedo índice de la mano derecha, que podría ser que una amiga te ha decepcionado, por ejemplo.
Los riñones significan miedos, por lo tanto, cualquier enfermedad allí localizada tendrá que ver con esos miedos internos que nos aterran, el pulmón encierra la tristeza…
La parte derecha del cuerpo tiene un significado y la izquierda otro. Incluso cada diente significa algo muy exacto, cada muela del juicio y no es lo mismo tener infección en una que en otra.
Es decir, el cuerpo es muy sabio y los humanos no queremos ver lo evidente y por eso, para no “explotar”, el cuerpo nos da un aviso: llega la enfermedad y así nos hace parar nuestro tren de vida, y al parar, reflexionamos y quizás nos demos cuenta de algo que hasta la fecha se nos había escapado.
Como siempre se ha dicho y escrito… el cuerpo grita lo que la boca calla. Nuestro organismo pone una luz roja en una zona determinada y entonces focalizamos la atención allí y comenzamos a cambiar hábitos, modificar pensamientos, resetear ese dolor. Y el cuerpo, a su vez, ese mecanismo perfecto que tenemos, empieza a arreglar de una manera automática eso que, como humanos, con nuestros pensamientos equivocados hemos averiado.
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