Estos días son claves para detectar nuestras carencias, transmutarlas y potenciar nuestras virtudes.
¿Cómo hacerlo?
Es muy fácil. Comienza a hacer un listado de todo lo que está sucediendo internamente y a tu alrededor. Lo que te gusta y lo que te crea repulsión. Así comprenderás que hay mucho de todo ello dentro de ti. El mundo, la sociedad en la que vivimos es tu reflejo, nos hace de espejo directo. El mundo no está así por casualidad, no importa la raza ni el país. La sociedad era una olla a presión que finalmente ha explotado y tras el caos, la desidia y el dolor dará paso el orden, la tranquilidad y la belleza. Pero para eso aún queda. Sabemos que en el mundo donde todo está medido por una frecuencia vibratoria todo es Odio/temor y Amor. Entre medias hay muchos diales que te acercarán a los dos extremos que a su vez son solo las dos caras extremas de una misma moneda.
El Amor es la más alta vibración, la más liviana, la que te acerca a la belleza infinita, ápices de felicidad, bienestar, salud, tranquilidad…
El Odio es la más baja densidad, la más terrenal de un ser humano donde todo que tocas es denso, oscuro, pesa. Tu vida se complica, aparece la enfermedad, te sientes fatal, depresivo, en un desasosiego interno y sin rumbo. Tu vida está completa pero quizás vacío tu interior.
Esta situación, esta pandemia es nuestro termómetro físico, emocional, mental y espiritual. Lo mide todo y nos hace ver dónde nos posicionamos en nuestra vida.
Habrá personas que digan: no tengo miedo, no me voy a morir, no es mi hora. Y es probable que no lo sea pues el mundo no acabará hoy ni mañana. Hay mortales para rato, pero ¿cómo nos comportamos antes la adversidad? Ahí está la prueba, tu termómetro. ¿Cómo reaccionamos cuando la muerte, dramatismo, angustia se asoma a tu puerta o incluso la golpea?
Piensa y haz una lista de todos tus miedos que esta situación te ha traído y conlleva porque esos mismos miedos son los que has estado ocultando en tu vida diaria desde hacer lustros quizás. ¿Miedo a qué?
Miedo a la vida, a vivir y ser feliz, a disfrutar de una vida plena que quizás estabas desperdiciando o dejando pasar.
Miedo a la muerte, a que te llegue ahora cuando no has vivido ni la mitad, cuando te quedan tantas cosas por hacer.
Miedo a la pérdida de los tuyos, seres queridos, amigos o compañeros. ¿Por qué si le quedaba tanto? ¿Por qué a él…?
Miedo a la soledad si te toca pasar esta pandemia solo, encerrado contigo mismo entre cuatro paredes y no te queda otra que mirar a tu interior…
Miedo a convivir con otros/en pareja y que, por fin, con el roce del confinamiento te puedas sentir vulnerable, cabreado, dejes de ponerte caretas y se destape tu interior.
Miedo a escucharte, verte y sentirte, reconocerte y ver y entender que quizás tu vida hasta ahora era una farsa, una gran mentira.
Miedo a sentirte frágil y vulnerable, de nuevo, mostrar tus sentimientos...
Miedo a la escasez, a no tener dinero a fin de mes, a que se acabe la comida y los tuyos no puedan comer…
Miedo, miedo, miedo… miedo a la enfermedad y a todo lo demás. Todos estos miedos inconscientes o muy conscientes están siendo reconocidos por nosotros estos días. Y de eso se trata.
Pero también hay algo muy bello y que está despertando: el AMOR.
Está apareciendo a través de las ventanas y por las redes…
Ayudar a un prójimo que ni conoces
Empatía
Compasión (ésta algo menor…)
Solidaridad
Buena voluntad
Obediencia (como regla general)
Paciencia
Generosidad
Salud
Y podría seguir mucho más. Y todas estas características, virtudes o adjetivos quizás ni sabías que tú eras capaz de todo ello. Y las tenías dentro y tan solo el mundo necesitaba ponerte en una tesitura tal que no te quedara otra que, del impacto, al ser azotado o empujado, todo esto surgiera de tu interior.
Un nuevo renacer para los que se quedan, un triste adiós para los que se van… Depende de ti lo que tú quieras cambiar. Solo tú eres el responsable de tu vida en todos los sentidos: física, emocional, mental, espiritual. Para muchos, ha llegado la hora del “despertar” …