Venimos desnudos, sin nada... nacemos muertos de miedo, llorando y a medida que transcurren los años, los personajes que creamos son de lo más variopintos. Pueden cambiar ciudades, parejas, estudios, amistades… todo menos tu alma. Ésta viene de fábrica y por mucho que te empeñes en esconderla tras cien capas... ahí sigue, escondida a buen recaudo de miradas indiscretas, pero está y tú, como alma propietaria de tu alma, sabes bien que jamás te podrás engañar a ti mismo.
Nos pasamos media vida creando capas de la cebolla para, un buen día, temerosos pero valientes, decidimos de una vez por todas acabar con la farsa de nuestra vida. Y entonces nos ponemos manos a la obra a quitar esas máscaras, esas capas para reencontrarnos con quiénes somos, nuestra esencia divina.
Pero qué verdad que a medida que transitamos y vivimos vamos encontrando gente por el camino y cientos de veces somos falsos e hipócritas, juzgamos y somos juzgados.
¿Alguna vez nos hemos parado a pensar qué hay detrás de esa alma a quien estamos lapidando (pública o mentalmente)? Porque, lo hacemos en distintas etapas de nuestra vida.
Todos hablan y dicen, comentan y opinan, envidian, odian, critican y latigan... con palabras y pensamientos.
¿Tan poco evolucionados somos que sólo vemos al personaje que quizás se está equivocando? ¿O no?
Si solo vemos el personaje que representamos... lo veremos mal porque entonces seguramente solo sabremos ver el personaje que los demás representan y jamás llegaremos a algo tan profundo como ver el alma, interpretar y reconocer el alma que hay bajo los distintos personajes.
El viaje del alma es duro y frustrante la mayoría de las veces, pero también muy emocionante si eleváramos la vibración y fuéramos capaces de leer y ver entrelíneas, viéramos esa parte álmica que tantas lecciones nos da en silencio.
Aprendamos a disfrutar del viaje del alma, ocupémonos de la nuestra que bastante tenemos y dejemos que cada cual lidie con sus diablos porque la vida está llena de luces y sombras y todos estamos en igualdad de condiciones.
Respetemos el libre albedrío de cada cual y dejemos que evolucionen o no según su plan de vida. ¿Quiénes somos nosotros…? Si alguien quiere despertar lo hará, si no es su momento, ¿quién eres tú para ayudarle en tal tarea si no te lo ha pedido?
Piensa a tu manera y deja que cada cual siga su rumbo, permite que cada cual se “equivoque” según tu punto de mira porque quizás, para ese ser está realizando la hazaña más grande de su vida. Cada cual ha recorrido vivencias y experiencias diferentes, todo es distinto, nuestro bagaje, ancestros, circunstancias y familia. No podemos ver más allá del personaje físico que actúa. El viaje del alma es tan complejo que ni siquiera podemos comprender el nuestro.
Seamos tolerantes, empáticos, responsables y amables.
Permítete viajar solo o acompañado de tu alma, esencia divina. Ésta te orientará y guiará y cuanto más te abras a la Divinidad, más Divinidad verás en los demás.